ALFREDO GATICA anhela encaminar su carrera al mercado hollywoodense: “YALITZA APARICIO NOS MOTIVA”
Texto: Nayb Canaán Foto: Jaime Nogales, Cortesía
En la telenovela Ringo, Ariel “El Turco” Nasif sigue haciendo de las suyas en su afán por obtener la familia de sus sueños. El personaje, pese a ser un villano, está obsesionado con la idea de conseguir una familia. Pero, en la vida real, su intérprete, Alfredo Gatica, está lejos de perseguir el objetivo del boxeador. Para el actor, su enfoque apunta más hacia proyectos profesionales que lo lleven a Hollywood, donde anhela competir con las grandes estrellas del cine por un Oscar. Así nos lo hizo saber el artista que ha sido considerado pieza clave en las telenovelas de Lucero Suárez. “LO ÚNICO QUE QUIERO ES ESTAR SANO” El Turco se ha pintado como un villano, pero tiene la aspiración de una familia feliz. ¿Están cambiando los personajes en televisión? Es que los personajes no pueden ser ni buenos ni malos, simplemente deben ser humanos. Y esa ambición que tiene él es lo que lo hace moverse, se mueve por impulsos. O sea, quizá no está consiente de sus acciones malas, pues las hace desde su inconsciencia. ¿La ambición es buena o mala? Es buena, depende de cómo la enfoques. Por ejemplo, en mi vida yo ambiciono con tener más trabajo, más salud, tener bien a mi familia. Obviamente el dinero mueve al mundo social, capitalista y de consumismo, pero yo lo único que quiero es estar sano, rodeado de mis amigos, mis seres queridos. Estás en un medio en el que se mueve mucho ese intenso deseo de tenerlo todo... Sí, claro. Esa ambición se transforma en hambre de querer explorarlo todo. Uno sueña con tener mejores personajes cada vez y no quedarse en el mismo lugar. Hemos visto escenas muy impactantes de tus peleas con José Ron, ¿hubo golpes reales? No fueron golpes reales, pero sí nos lesionamos sin querer. Nosotros entrenamos dos meses antes de grabar con el ex campeón olímpico Daniel Zaragoza. Le dimos duro, íbamos los martes y jueves a las 7 de la mañana, antes de los llamados, todo en el afán de hacer lo más reales posibles esas escenas. En el ring grabamos sólo tres peleas y en ninguna recibí un golpe que me haya dolido o tuviera repercusiones. Siempre nos cuidaban, pero nos cansábamos porque una escena de 30 segundos pudo demorarse cuatro días.