Saúl “Canelo” Álvarez invitó la cuenta de todos los asistentes a un antro de la Ciudad de México
TEXTO: Gabriela de los Santos FOTOS: CHKLAN/ARTURO GALLEGOS, CORTESÍA REVISTA ESQUIRE
Los puños de Saúl Álvarez valen millones de dólares. El boxeador dejó claro en la Ciudad de México que a la hora de repartir parte de su fortuna, no importa de quién se trate o dónde esté, él es feliz invitando el banquete nocturno. Hace unos días, Canelo decidió disfrutar de una noche de fiesta en uno de los barrios de la capital mexicana donde las excentricidades lucen en cada esquina, y sobre todo en la avenida Campos Elíseos, donde el boxeador dejó huella como el nuevo rey de Polanco. “Atendió a todos los que quisieron tomarse foto con él”, aseguró a esta redacción uno de los testigos del lugar.
CALENTÓ LA GARGANTA. El primer lugar a donde lo acompañaron su chofer y escoltas fue a un restaurante bar ubicado en una de las avenidas principales de la zona de Polanco. Ahí comenzó el recorrido nocturno.
¡QUE COMIENCE LA FIESTA! Pasada la medianoche llegó a un club nocturno, en la avenida Campos Elíseos, donde ya lo esperaba personal del lugar para darle acceso y pasar de incógnito.
¡CHAMPAÑA PARA TODOS! Su noche comenzó cerca de las 21:00 hrs. después de cenar en uno de los lujosos restaurantes de un hotel en Reforma; llegó su chofer y se dirigió a un restaurante bar para comenzar el precopeo. “Fue caballero y respetuoso con las muchachas que se acercaron a tomarse la selfie”, dijo una de las chicas que lo encontró. Casi tres horas después llegó al lugar donde sorprendería a decenas de desconocidos. Se trata de un sitio discreto en la colonia Polanco, donde las estrellas entran por la puerta trasera. Candelabros de cristal, paredes rojas, luces multicolor y costosas botellas en cada mesa, porque si no pides una, no puedes accesar a este club nocturno de cinco estrellas. El fin de semana pasado, a medianoche, el lugar estaba abarrotado, y de pronto, un desfile de botellas de champaña iluminadas por luces de bengala recorrió la pista de baile, y como si se tratara de una de sus peleas, la palabra “Canelo” era coreada por los asistentes. Él veía todo desde una esquina, nadie podía acercarse, pero no era necesario, pues los presentes estaban esperan- do con emoción la llegada de los meseros a sus lugares. Todo correría por la cuenta del campeón mundial.