Al cabo de 50 días en una clínica de rehabilitación, DANIEL RIOLOBOS describe el infierno que vivió debido a las adiciones
TEXTO: VÍCTOR HUGO SÁNCHEZ • FOTOGRAFÍAS: RICARDO CRISTINO, ARCHIVO
“El gen maldito”, decía el personaje que Daniel Riolobos interpretó en la puesta teatral Amar y querer, haciendo alusión a la dependencia al alcohol que atravesaba el propio personaje... y su persona. Heredero de una dinastía de cantantes que atravesaron por las mismas adicciones (su padre, de hecho, murió muy joven como consecuencia del consumo de sustancias), a sus 35 años, el intérprete admite que sí, que hay una predisposición genética para consumir alcohol, drogas... Y tras admitir y aceptar que enfrenta un problema, pidió ayuda, y apenas hace poco salió de un encierro de 50 días en una clínica de rehabilitación donde, dice, aprendió mucho de su enfermedad.
“LO MÍO ERA ALCOHOL, COCAÍNA, MARIHUANA”
“Es incurable, es progresiva y es mortal. El alcoholismo y la farmacodependencia son malísimos. Sí, sí; lo mío era alcohol, cocaína, marihuana, y una depresión profunda que ni yo mismo sabía que atravesaba. Como El Pípila, vengo cargando una piedra en la espalda desde el divorcio de mis papás; desde que murió mi padre, cuando yo tenía 10 u 11 años, y hace menos, mi madre. Lo juro, no sabía que estaba enfermo, que necesitaba ayuda”. Y el ambiente que no ayuda: el bar, las canciones y la onda bohemia casi casi van de la mano; la fiesta, pues... No, fíjate que no. En mi caso, cantar era mi lancha de salvación, lo único que me sostuvo a flote todo este tiempo; yo, en el escenario, soy feliz, y esos breves momentos al día me sostenían vivo. ¿Pensaste en el suicidio? En algún momento, sí. ¿En verdad no sabías que traías un problema así de grande? Te juro que nunca me di cuenta, hasta que estuve internado.
“POR UN CUADRO DE TROMBOSIS CASI PIERDO UNA PIERNA”
Trae una barba de 50 días, como una manda. También se dejó crecer el cabello desde el primer día que puso un pie en la clínica, tratamiento que paga- ron, entre otros, Rodrigo de la Cadena, Rodolfo Muñiz, Bruno Aviña (de Casa Regia, restaurante en el que ahora canta Riolobos los viernes, sábados y domingos), y se le ven la piel y los poros limpios, y la mirada también. La gota que derramó el vaso en la vida de Daniel fue un video que se filtró en medios de comunicación en el que, fuera de sí, sale con un cuchillo en mano, enojado, dispuesto a tomar revancha contra unos vecinos que, al parecer, habían apedreado y maltratado su camioneta. “Pude ver ese video dos semanas después de mi internamiento; fue ahí cuando me di cuenta de que sí tenía un problema, y en ese momento estaba en la fase más triste-depresiva de mi existencia, la enfermedad se apoderó de mí y vi a un Daniel que ni yo mismo reconocí, un Daniel muy enfermo”. A los dos días de haber ingresado a la clínica de rehabilitación, enfrentó otro problema: un cuadro de trombosis, por el cual, por poco y pierde una pierna. “Yo digo que fue una ‘diosidencia’; Dios me está dando una segunda oportunidad de vida, y lo bueno fue que la trombosis me agarró ahí, en la clínica. De no haber estado en ese lugar, quién sabe si estaría vivo o, peor, sin una pierna. Hoy agradezco haberme encontrado nuevamente con Dios, he recuperado mi fe, y cuando pueda, y tenga mayor conocimiento de la enfermedad, quiero dar charlas a los jóvenes para que eviten entrar en este mundo de adicciones. Pensaba que yo era un bebedor social, y no. Aquí te das cuenta de que se trata de un problema más grave, porque yo entré en esa clínica deseando morir, estaba vacío del alma”. Te veían tan pleno, tan contento; estabas estrenando disco, videoclip, tenías chamba... Estaba muy deprimido y en el momento más triste de mi vida... Yo no sabía de las máscaras en las que escondemos la tristeza; hay una canción que dice: “Soy un cantante que cada noche los divierte, pero que a solas hago un show muy diferente”, y es verdad, porque esa es la catarsis que me ayudó a sobrellevar tanta tristeza. Al cierre de esta edición, Daniel comentó que, gracias a sus abogados, había podido llegar a un acuerdo pacífico, fuera de tribunales y juzgados, con los vecinos que había agredido. Dice que ahora sí llevará una vida tranquila, emocionalmente hablando. Hoy, Daniel Riolobos se sabe fortalecido, se siente otro, con mayor conciencia de su propia vida, con más decisión sobre sus actos. Parece estar seguro de no recaer, de no dejarse vencer. ELIGE AQUÍ A TU FAVORITO ¡VOTA!: www.premiostvynovelas.mx