JULIETA GRAJALES, de la teleserie LA BANDIDA, quiere llevar esa etapa de su vida a un libro o una serie
TEXTO: SALVADOR FRANCO • FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA, EDSON VÁZQUEZ •
Julieta Grajales ya no oculta la etapa de su vida en la que con 21 años de edad trabajó como stripper en un table dance de Puebla y, por el contrario, agradece haber podido salir ilesa de ese ambiente y ahora emplear esa experiencia para sus proyectos actorales.
Un claro ejemplo es la teleserie La bandida, en la que interpreta a Graciela Olmos, una de las primeras mujeres en traficar alcohol en el México posrevolucionario, en el que regenteó un famoso burdel en la capital del país, donde se reunían políticos, artistas y millonarios. “Siempre he querido tener personajes terapéuticos, aunque ahora veo muy lejana esa etapa en la que estaba superchiquita, veía todo como una aventura sin ver los riesgos, porque simplemente quería comerme al mundo”, expresó en entrevista la actriz nacida en Chiapas pero crecida en Tehuacán, Puebla, quien nos dijo cómo ve esa etapa de su vida a 10 años de distancia.
YA LO PASADO, ¿PASADO?
¿Cómo ves ahora ese episodio?
Fue una etapa que me hizo ser la mujer que soy, y que me sirvió para no juzgar a la gente porque nunca sabes lo que hay detrás de una decisión así.
¿Cómo reaccionó tu familia?
Crecí en un ambiente supermoralista y con familia muy tradicional, así es que yo fui la que me salí del huacal.
¿Nadie sabía nada?
Mis papás no sabían, ni tampoco muchos de mis amigos.
¿Por qué lo hiciste?
Para pagar mis estudios y ya. Lo vi muy fácil, pero todo salió a la luz en 2010 cuando hice mi primera telenovela para TV Azteca (Vidas robadas). Alguien me vio y se hizo un caos.
APOYO INCONDICIONAL
¿Hubo gente que apoyó?
Todo mundo hablaba de mí, las maquillistas, todos. Pero de entre mucha gente que estuvo conmigo, recuerdo con especial cariño a Christian Bach.
¿Por qué razón?
Nunca lo había mencionado porque es un tema muy delicado para mí y su muerte me impresionó mucho, pero cuando salió ese chisme en 2010, yo no sabía cómo manejarlo a mis 21 años, y a fuerza querían que fuera con Pati Chapoy para dar mi versión.
¿Y fuiste?
Sí, fui y dije eso de que no entendía por qué a las mujeres nos ponían los peores peyorativos que pueden existir y a un hombre se le aplaude. Cuando salí de la entrevista fue cuando me encontré a Christian en los pasillos.
¿Qué te dijo?
Recuerdo perfectamente sus palabras: “Felicidades Julieta, admiro tu fortaleza y la honestidad con la que dijiste las cosas. Es precisamente eso lo que se necesita en esta carrera, hablar de frente”. Y después me abrazó para agregar: ‘¡Qué ching... eres!’. Nunca lo voy a olvidar.
EN LA FICCIÓN
¿Has pensado en escribir algo de eso?
Sí, mucha gente me lo ha dicho. Al final yo pude salirme de ese ambiente al que me acerqué de manera muy inocente, en el sentido de que pensé que no pasaba nada y que confiaba en la gente.
Curiosamente es un ambiente similar al que se retrata en La bandida, donde interpretas a la dueña de un burdel en su etapa joven...
Sí, empiezo con la parte en la que ella es huérfana y luego toda la Revolución Mexicana, hasta que tiene su casa de prostitución.
¿Fue divertido verlo ahora desde la ficción?
¡Sí! Me encanta porque me siento superidentificada, ya que es una mujer super- fuerte que rompió los esquemas de su época.
¿Qué admiras de un personaje histórico como Graciela Olmos?
Que luchó por su causa, sus ideales y que siempre apoyó a las demás mujeres. No veo por qué debamos tener envidias o criticarnos tan duro, y eso me encantó de este personaje.