Karla Sofía, antes Carlos Gascón, nos relata las calamidades que ha pasado para estar y vivir en el universo femenino
TEXTO: Alejandro Salazar Hernández FOTOS: Rubén Espinosa, Archivo ¡Y el hombre se transformó en mujer! Al cabo de año y medio de tratamiento hormonal y una operación de cuerdas vocales (ambos financiados por el gobierno español), Carlos Gascón cedió su cuerpo a Karla Sofía, y como tal se presentó hace unos días en México, donde ya está a la venta su segundo libro, la novela Karsia, una historia extraordinaria. “Es una metáfora de mi existencia”, comenta la ahora actriz española, cuya primera etapa de su carrera en nuestro país comenzó a escribirla en la más reciente versión de la telenovela Corazón salvaje (2009), y se popularizó gracias a su participación en la película Nosotros los Nobles (2013). Su proceso de feminización es irreversible. En marzo, si su condición física lo permite, decidirá si se somete a la intervención de cambio de sexo. Lo que debe apresurar por ahora es la actualización de documentos oficiales, “porque a veces llego a lugares donde tengo que decir: ‘Me llamo Carlos Gascón’, y eso ya no corresponde a lo que soy. Eso me joroba un poco. Mi cuerpo es un recipiente donde estoy y quiero disfrutarlo ahora de otra manera”, confiesa Karla en una charla en la que, sin tapujos, nos reseña su ingreso al intrincado universo femenino. “MI SUEGRA ESTÁ TERRIBLEMENTE ESPANTADA” ¿Cómo reaccionó tu familia con este cambio? Obviamente, en el primer instante todo el mundo se shockeó, se sacó de onda. De hecho, la pobre de mi madre no sabe a veces cómo hablarme. Al final, mis padres confirmaron que todo lo que les había dicho fue siempre verdad y lo tomaron bien. Cuando le dije a mi madre: “Voy a empezar a tomar esto para hacerme mujer”, me dijo: “Te creo. Todo lo que dices, lo haces”. Sólo se preocuparon por desconocer cómo iba a ser la relación con mi hija, con el entorno y cómo lo iban a tomar los demás. Mi padre tiene ya ochenta y pico de años y de pronto me llama Carlos, reacciona y me dice: “¡Perdóname, hija!”, pero horas después me da una palmadita y dice: “¡Macho!” (risas). ¿Quién de tu círculo de allegados se ha shockedo? Mi suegra, quien no lo lleva nada bien, está terriblemente espantada y no acepta la situación. Si desaparezco, le voy a hacer un gran favor. Es la única a quien he visto más reticente. Dijiste a tu madre: “Voy a empezar a tomar esto para ser mujer”, ¿a qué te referías? El proceso de feminización en España es claro: se empieza con la hormonación que dura toda la vida; se contrarresta la testosterona con estrógenos. Llevo año y medio en eso, y a partir de marzo puedo optar por practicarme las operaciones que crea convenientes para feminizar más mi cuerpo. Si en dos años considero que debo tener un poco más de bubis, puedo operarme, y hasta hacer la reasignación de sexo si la necesito. ¿Contemplas someterte a la vaginoplastia? Aún no sé, pero no me voy a sentir más mujer por tener o no vagina. Mi intención es culminar el proceso y entender perfectamente qué es lo que se siente. Es algo muy íntimo sobre lo que debo pensar y reflexionar, porque es un proceso que me puede tener seis meses en una cama sin poder moverme. Hasta que los doctores me informen en marzo, sabré lo que haré o no. A lo mejor lo hago hasta dentro de cinco años, o de pronto digo: “Lo necesito urgentemente”. En una de esas ni siquiera puedo hacerlo porque ya tengo 46 años y no es recomendable. Sé lo que quiero ser, lo que soy y con eso estoy feliz.
“DESDE LOS CUATRO AÑOS SABÍA QUE ERA MUJER” ¿Qué tanto modifica tu esencia el cambio de sexo? Mi esencia es la misma, soy la misma persona. Lo que cambia es únicamente la reasignación de género, para ser lo que he sido siempre. Desde los cuatro años yo sabía que era mujer, y lo que hago ahora es ser lo que físicamente he sido siempre; lo que he sido por dentro, ahora serlo por fuera también. Si sabías desde pequeño que eras mujer, ¿qué te impidió hacer el cambio antes? Varios factores. Primero, antes no había posibilidad de contar con asesoría médica para ayudarte en el proceso de cambio; de lo contrario, lo hubiera hecho a los 15 o 20 años. Esta ayuda, concretada en la Unidad de Identidad de Género, tiene como 10 años, no más. Segundo, aunque tuviera la necesidad de hacerlo, habría sido un procedimiento difícil y costoso para mí, porque tendría que hacerlo en Tailandia y hormonarme por mí misma sin saber qué hacía. ¿Qué ha sido lo más complicado hasta el momento? Ver cómo se desmoronaba la vida que me había costado tantísimo construir y se perdía todo lo que yo era. Perder a Carlos Gascón y todo lo que conllevaba, todo el amor que tenía a mi alrededor, ver cómo se iba desvaneciendo y cómo algunas personas que yo más quería se apartaban de mí. No sabía adónde iba. ¿En qué consistió la operación de cuerdas vocales? Las cortan y unen para que cicatricen; luego se da el proceso de adaptación y de encontrar otra vez tu voz. Decidí que esto fuera lo primero en operarme porque no quería empezar con el rollo de cambiarla y afinarla. Dije: “Que surja lo que surja, pero yo hablo como quiero”. “ME ESTÁN CRECIENDO LOS PECHITOS BIEN RÁPIDO” ¿Te shockea verte al espejo como una mujer? ¡Me ha parecido fantástico! Hoy mi cuerpo está más acorde con lo que siento. Hay quienes sufren este proceso y no pueden ver su cuerpo, su rostro y mucho menos sus genitales. Yo no he tenido rechazo alguno hacia mi cuerpo, porque soy una persona agraciada por la naturaleza, con un físico envidiable. De hecho, al principio te hace gracia que dices: “¡Ahí va! Me están creciendo los pechitos bien rápido”. ¿Qué otros cambios inmediatos notaste? La grasa empieza a distribuirse de otra manera en tu cuerpo, el cabello se te cae menos, la piel se hace más tersa, el vello del cuerpo se hace más finito... Tampoco son cambios drásticos ni espectaculares. Yo me miro en el espejo y me veo normal, con interés de mejorar mis cositas. ¿Te gusta verte al espejo desnuda? No es que lo haga y diga: “¡Wow! ¡Me voy a comer entera!”, ni que me excite conmigo misma. Sólo digo: “Debería tener más caderitas”, “tengo los hombros muy anchos”. Pero es difícil reformar mi esqueleto a esta nueva identidad. Hay muchas cosas que me gustaría mejorar y digo: “¡Ay, qué pena no haber empezado antes con el tratamiento!”. Ahora estaría fenomenal, sería de otra manera. Vemos que el vello de la barba prácticamente ya desapareció... Sí. Me sale un pelito rubio o blanco de vez en cuando, por cierto muy difíciles de quitar. En el cuerpo ya no tengo ninguno. Al médico le dije varias veces: “Veo que el proceso es muy lento”. Me explicó: “Puedo someterte mañana mismo a uno y te verás como mujer pasado mañana, pero a costa de que te quedes sin un riñón o sin hígado o que padezcas os- teoporosis. Hay que tener cuidado cómo se hacen las cosas”. Las pautas del endócrino que me atiende son lentas pero seguras para no hacerme daño. En ese as- pecto estoy muy tranquila. “ME CABREA NO ESTAR CON MI HIJA” Sabemos que no te divorciaste de Marisa, la madre de tu hija, ¿cómo es ahora tu relación con ella? De unas personas que llevan toda la vida juntas y saben que son almas gemelas. Nos conocemos desde los 18 años y ya son veintitantos de relación en la que hemos sorteado muchas cosas difíciles, quizá de mi parte más que de la de ella.