Nos contó sobre su experiencia.
El padre José de Jesús Aguilar, que en estos días cumple 60 años de edad y 34 de sacerdote, fue nombrado recientemente Canónigo de Catedral. Su alegría se hizo mayor cuando fue invitado como guía espiritual de un grupo de 52 personas que visitarían Italia.
El padre, quien se desempeña como Director de Prensa de Radio y Televisión del Arzobispado de México, visitó varias ciudades consideradas santuarios por ser sede de hermosas basílicas, tumbas de santos, reliquias de milagros y obras de arte que forman parte de la historia de la humanidad. Y, aunque este viaje cumplió con el programa, hubo algo que no estaba en los planes del padre José: recibir un regalo especial del papa Francisco.
Nos enteramos de que fue a Roma...
Sí, fui a ayudar a que un grupo de peregrinos conociera lo más importante de la espiritualidad, historia y arte de los principales santuarios italianos. Fueron 52 mexicanos de toda la República y de Estados Unidos. Todos tenían el sueño de estar cerca del Papa, visitar la tumba de Juan Pablo II, admirar la hostia que en el siglo VIII se convirtió en sangre y, especialmente, orar por sus familias. En cada lugar hubo experiencias maravillosas, pero el encuentro con el Papa nos provocó una alegría inolvidable.
¿Cómo fueron sus dos encuentros con el Papa?
El primero fue en el Ángelus dominical cuando, desde la ventana del palacio apostólico, dirige un mensaje y bendice a los presentes. En ese momento bendijo a las mamás del grupo porque era el Día de las Madres en Italia; el segundo, fue el 14 de mayo en la Audiencia General donde dirige un mensaje en varios idiomas a todos los presentes y luego los bendice. Los lugares son gratuitos pero, para tener un buen lugar, madrugamos y fuimos casi los primeros en llegar a la Plaza de San Pedro. Curiosamente, hacía 33 años, un día antes pero de 1981, yo había estado en esa misma plaza y fui testigo del atentado a Juan Pablo II; en esta ocasión la sorpresa mayor fue cuando el Papa tuvo un acercamiento muy personal hacia nosotros y recibí de sus manos el solideo que tocó su cabeza.
¿Usted le obsequió el solideo al Papa o él a usted?
Ambas cosas. En la sastrería Gamarelli, donde hacen la ropa del Papa, también fabrican las sotanas de los canónigos. Cuando fui a que me hicieran mi sotana, había en el aparador un solideo para indicar a los turistas que ahí visten al Papa. Insistí mucho para que me lo vendieran porque tenía en mente obsequiarlo al papa Francisco y, el día de la audiencia, cuando pasaba el papamóvil frente a mí, le grité: ?¡Francisco, te regalo el solideo!?.
“El Papa hizo que se detuviera el vehículo, tomó agradecido el solideo y se lo puso en la cabeza. Yo me puse feliz porque había recibido mi regalo.
“Sin embargo, el Papa me sorprendió porque, después de un momento, se lo quitó de la cabeza y, con una enorme sonrisa, me lo regresó diciendo: ?¡Ahora es tuyo!?. Fue un regalo muy especial del Papa y una de las mejores experiencias de mi vida. El solideo lo veo como un regalo del cielo, y mi mayor motivo para seguir esforzándome en ofrecer lo mejor de mí.
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