Su inminente regreso a la televisión vía el melodrama Minas de pasión no será impedimento para que Mayra Rojas continue su desempeño como tatuadora de pezones a mujeres sobrevivientes de cáncer de mama, mal que le arrebató a su hermana Lorena en febrero de 2015.
“Mi consultorio sigue en pie, sigo teniendo pacientes. Afortunadamente, esta promoción hecha año con año para ayudar a mujeres con este padecimiento me ha traído gente no sólo en octubre, sino todo el año”.
“Para mí es un trabajo que no tiene más allá de estar remunerado económicamente, no lo hago de manera altruista, pero sí hay un gasto y una inversión. De hecho, la gente valora más un tatuaje si lo paga que si es gratuito. Me he topado con mujeres a las que les ruego venir al reto, y no van; en cambio, cuando les cuesta, ahí están puntuales. Esto lo aprendí en instituciones de ayuda a mujeres con cáncer, y tienes que darle un valor a tu trabajo. Siempre estaré agradecida por tener la oportunidad de trabajar con este tipo de personas con las que me siento en contacto; siento que hay algo que les debo, que tengo que vivirlo, y ellas se abren de capa conmigo por la confianza y por el hecho de saber que a lo mejor yo conozco lo que es estar ahí”.
Haber vivido el proceso de su hermana Lorena no sólo le dejó un profundo dolor, sino otra forma de ver la vida:
“Ella estaría feliz de que yo estuviera haciendo esto, y que yo se lo hubiera hecho. He tatuado a más de 40 mujeres y ha sido una experiencia enriquecedora, porque las 40 veces ha terminado llorando; es muy emocionante y un momento catártico para la paciente. Yo insisto en que es la cerecita del pastel: ya pasaste por un proceso de mucha incertidumbre y dolor, de mucha angustia, y de pronto el médico te dice: ‘Estás dada de alta’. Pero cuando se ven en el espejo hay algo que sigue faltando; muchas veces van acompañadas de sus maridos parejas, y ellos dicen: ‘¡Para qué sufres otra vez!’, porque ellos no conocen lo que hay atrás de una carencia; una mama es como un codo, tal vez, pero implica representativamente lo femenino, el que hayas perdido parte de tu femineidad, de una lucha. Cuando termino de hacer el trabajo y se ven en un espejo, siempre lloramos juntas, no lo puedo evitar, es muy bonito. Lo que viví con Lorena me ha marcado”.
Para la actriz, la dolorosa pérdida es algo que jamás podrá superar del todo: “Llevo ya ocho años trabajando el tema; no ha sido fácil, no lo puedo negar. Ha sido un proceso que he ido trabajando de acuerdo al enojo, a la angustia, a la aceptación... Ya el proceso está bien manejado; si esto se hubiera acercado a mí hace cinco años, no lo hubiera logrado, porque estaba muy fresca la emoción de tristeza”.
“Lorena siempre va a ser mi hermana, y siempre la voy a extrañar, siempre me va a hacer falta, pero yo disfruto mucho la vida, agradezco la energía, a Dios, a mi mamá, haber convivido 45 años con mi hermana, de que nos hayamos divertido tanto juntas... Pero la vida continúa, y yo tengo algo todavía que hacer por otras mujeres que enfrentan el cáncer, y ser un ejemplo para mis hijos, creo que eso es lo más importante. Ya el dolor por la muerte de Lorena se volvió crónico y aprendí a vivir con él”.