Por: Gilberto Barrera
“Esta es mi última cosecha, no habrá más para mí”,
Expresaba don Amador un empresario tequilero que regresaba a su tierra natal (Joaquín Cordero) mientras aguardaba la muerte; así daba inicio el primer episodio de Destilando Amor, una trama liderada por su productor Nicandro Díaz quien desde su perspectiva y sin lugar a dudas hizo un clásico entrañable de la pantalla mexicana.
Efectivamente, Nic -como prefería ser llamado- acertó. “Destilando Amor” marcó un hito en la televisión de México, destacando el empoderamiento de la mujer en nuestro país, cautivando hogares con cifras de audiencia sin precedentes, contribuyendo con íconos musicales con “Por Amarte”, interpretada por Pepe Aguilar y compuesta por Eduardo Murguía y Mauricio Arriaga; o conformando un reparto único (Julio Alemán, Eduardo Yañez, Sergio Sendel, Chantal Andere, Ana Martin, Fernanda Castillo, Jaime Garza, entre otros) que sin planearlo, bautizó a la primera dama de México, Angélica Rivera, como “La Gaviota”.
Y justamente, esa era una de las claves de Nic: rodearse de personas con talento para que, con su propio esplendor, generaran una luz potente en el resultado final, ofreciendo a la audiencia aquello que ansía, un escape de sus dilemas con la esperanza de que, al menos en las telenovelas, la diferencia de clases no impida el amor, prevalezcan los valores morales y, a pesar de los obstáculos, el amor triunfe sobre todo.
Como productor, Nicandro creía en los debuts, pero también en la experiencia de figuras consolidadas. En Carita de Ángel contó con doña Libertad Lamarque y elevó a Nora Salinas como la inolvidable Tía Pelucas, convirtiéndola en un símbolo de la televisión.
Nicandro basaba sus relatos en la esencia del pueblo mexicano, sus costumbres y tradiciones, respetando su lenguaje, culturas y creencias, siempre poniendo a los espectadores en primer lugar.
Aseguraba que Valentín Pimstein, pionero de la telenovela en México, fue su mentor. Aunque mantuvo ciertas técnicas tradicionales, Nicandro impuso su propio estilo, caracterizado por la generosidad.
Abierto a las innovaciones, pero profundamente agradecido con quienes le apoyaron, ofrecía oportunidades a quien se lo solicitara, sin importar su experiencia previa. Buscaba dar un chance a todos, mostrándose siempre dispuesto a escuchar, “no importa aunque sea le damos un par de capítulos para que aparezca” decía con ímpetu. Me confesó alguna vez el motivo de su generosidad:
“Uno nunca sabe quién triunfará, tal vez necesite negociar con esa persona después”.
El humor de Nic era uno de sus rasgos distintivos. Siempre disponible, aunque a veces fingiera lo contrario, disfrutaba ser reconocido “con moderación”, no dudaba en participar en fotografías y aprovechaba cualquier momento para compartir un destello de su ingenio y de su particular humor negro.
Era un bohemio, romántico y su sencillez para vestir a primera vista le hacía pasar inadvertido. Cuando hablaba de televisión se volvía un poderoso guerrero; era el orgullo de sus amigos y un profesional al que Televisa le apostó siempre, conscientes de su visión y de ese equilibrio que sólo los grandes tienen, Nic era un líder nato, gigante, pero con corazón niño.
Se le va a extrañar.
Lee también:
Murió el productor de telenovelas Nicandro Díaz a los 60 años: Esto es lo que se sabe