Estos relatos seguro despertarán en ti la curiosidad de recorrer las calles de la capital mexicana
Muchas son las leyendas que tiene la Ciudad de México, muchas de ellas son de verdadero espanto. Algunas de ellas nacieron mucho antes de la llegada de los españoles a tierras aztecas, otras tantas se forjaron durante la Colonia y algunas más surgieron en el México moderno, tal como lo conocemos hoy en día.
Te presentamos tres de ellas, las cuales tienen elementos de distintas épocas de la CDMX, disfrútalas:
La estatua que se truena los dedos. Alumnos de la Universidad del Claustro de Sor Juana relatan esta leyenda urbana, que dice así: La estatua de Sor Juana Inés de la Cruz es más que solo eso, parece tener vida propia.
Si uno camina solo por la noche y pasa frente a la tétrica figura de la poetisa se truena los dedos cuando pasas frente a ella. ¿Por qué lo hace, cómo lo hace...? Nadie lo sabe.
Quienes han vivido la fea experiencia relatan que todo comienza con leve chasquido, como si el sonido viniera de lejos y rebotara en las altas paredes del exconvento de San Jerónimo.
Cuentan que si te atreves a acercarte a la estatua, podrás escuchar cada vez más el extraño sonido. Bajo su inerte mirada, te darás cuenta que se el ruido proviene de sus manos, como si esos dedos largos y espantosos estuvieras tronando por dentro
Francisca la Embrujada. En 1554, en el número 7 de la calle que hoy conocemos como Venustiano Carranza vivía Doña Felipa con su hijo Domingo. La viuda tuvo un altercado con el joven porque él le pidió matrimonio a Francisca, una muchacha mexica.
El día de la boda, una bruja utilizó magia prehispánica para hacer un ritual diabólico por encargo de Doña Felipa. El amuleto que resultó del ritual fue una almohada que la viuda regaló a los recién casados. Seis meses después, Francisca murió de una extraña enfermedad. La joven se le apareció a Domingo para advertirle de la maldición y hay quien dice que aún se aparece de vez en cuando.
La mujer del Convento de la Concepción. Esta leyenda cuenta la historia de una mujer que fue separada de su amado por su familia y terminó recluida en este convento.
Se dice que su pena fue tal, que se colgó de un árbol del convento; aún mucho tiempo después, su cuerpo colgante se le seguía apareciendo a las monjas residentes. Si te atreves puedes visitar este edificio que se encuentra en el número 25 del Callejón Héroes del 57.
TEXTO: VÍCTOR SANDOVAL